por
Thierry Meyssan
Los
países del Medio Oriente ampliado se dividen ahora entre partidarios y
adversarios del clericalismo, mientras que Washington, Moscú y Pekín
negocian una nueva distribución de cartas. Thierry Meyssan evalúa el
impacto de este verdadero terremoto en los conflictos que ya estaban
desarrollándose en Palestina, en Siria e Irak, así como en Yemen.
- El jeque Tamin ben Hamad al-Thani, emir de Qatar.
La crisis diplomática alrededor de Qatar ha
congelado varios conflictos regionales y disimulado varios intentos de
arreglos vinculados a otros. Nadie sabe cuándo se levantará el telón,
pero lo que sí es seguro es que cuando eso suceda veremos una región
profundamente transformada.
1– El conflicto palestino
Desde que la mayoría de los palestinos fueron expulsados de su tierra –el 15 de mayo de 1948, en lo que hoy se designa como la Nakba–
y que los pueblos árabes rechazaron aquella limpieza étnica, lo único
que había modificado parcialmente la distribución del juego era la paz
separada israelo-egipcia pactada en los acuerdos de Camp David (en 1978)
y la promesa de resolver la cuestión palestina mediante la creación de
dos Estados, surgida de los acuerdos de Oslo (en 1993).
Sin embargo, cuando la existencia de negociaciones secretas entre
Irán y Estados Unidos se dio a conocer, Arabia Saudita e Israel
decidieron conversar entre sí. Al cabo de 17 meses de encuentros
secretos, se concluyó un acuerdo entre el Guardián de las Dos Mezquitas y
el Estado judío [1]. Este acuerdo se concretó a través de la participación del ejército de Israel en la agresión contra Yemen [2] y de la entrega de bombas atómicas tácticas israelíes al reino de los Saud [3].
Recordemos que ese acuerdo también preveía hacer que Arabia Saudita
evolucionara de forma tal que su sociedad siguiera siendo salafista y
sus instituciones pasaran a ser laicas. Estipulaba además la
independencia del Kurdistán iraquí –donde se realizará un referéndum
en septiembre– y la explotación simultánea de los yacimientos de gas del
desierto de Rub al-Khali (a menudo designado como The Empty Quarter),
en territorios de Arabia Saudita y Yemen –yacimientos que son la
verdadera razón de la actual guerra contra Yemen– y los de la región de
Ogadén –lo cual explica la retirada, esta semana, de las tropas qataríes
de la frontera con Yibuti.
Finalmente, Egipto cedió a Arabia Saudita las islas de Tiran
y Sanafir, cumpliendo así el compromiso que había contraído hace un año.
Al aceptar la posesión de esas islas, Riad reconoce de facto los
acuerdos de Camp David, que estipulan la libre circulación de los
barcos israelíes en las aguas circundantes. Israel incluso confirmó que
ha recibido garantías de Arabia Saudita en ese sentido.
Es importante observar que lo que llevó a Egipto a ceder las islas
no fue la presión de Arabia Saudita –aunque Riad bloqueó tanto sus
entregas de petróleo al Cairo como un préstamo de 12 000 millones de
dólares– sino la crisis diplomática del Golfo. Los Saud oficializaron
su ruptura con la Hermandad Musulmana, proceso que ya venía avanzando
desde que el presidente egipcio al-Sissi les entregó una serie de
documentos que demostraban la existencia de un proyecto de golpe de
Estado en Arabia Saudita en el que estaban implicados varios miembros de
la cofradía. Al principio, Arabia Saudita creyó ser capaz de separar a
los “buenos” de los “malos”, entre los miembros de la Hermandad
Musulmana. El reino ya había acusado a Qatar de aportar respaldo a los
golpistas, pero en aquel momento las cosas se desarrollaron por la vía
pacífica. Actualmente, Riad tiene intenciones de luchar contra toda la
Hermandad Musulmana y eso lo obliga a revisar su posición hacia Siria.
La cesión de las islas de Tiran y Sanafir, egipcias desde
la Convención de Londres de 1840, no tiene otra razón de ser que
permitir que Arabia Saudita reconozca de forma implícita –al cabo de
39 años– los acuerdos de paz separada firmados en Camp David entre
Egipto e Israel.
Por su parte, Teherán acogió a la dirección política del Hamas –que
se compone principalmente de miembros de la Hermandad Musulmana–, tanto
en nombre de la solidaridad con la causa palestina como por el hecho que
comparte con los dirigentes del Hamas la misma concepción del islam
político.
La próxima etapa será el establecimiento de relaciones comerciales
públicas entre Riad y Tel Aviv, que ya se mencionan en la edición del 17
de junio del diario británico The Times –varias empresas
israelíes parecen haber sido autorizadas a operar en Arabia Saudita y la
compañía aérea israelí El-Al podría utilizar el espacio aéreo saudita [4]–,
y después vendrían el reconocimiento de la iniciativa de paz del
príncipe saudita Abdala –adoptada por Liga Árabe en 2002– y el
establecimiento de relaciones diplomáticas –el príncipe Walid ben Talal
se convertiría en embajador del reino en Israel [5].
Ese proyecto podría conducir a la paz en Palestina (reconocimiento de
un Estado palestino e indemnización para los refugiados), en Líbano
(retirada israelí de las Granjas de Shebaa) y en Siria (cese del apoyo a
los yihadistas y retirada israelí del Golán).
El tema del Golán ha de resultar particularmente difícil ya que el
gobierno de Netanyahu ha reafirmado –en son de provocación– su anexión
mientras que Estados Unidos y Rusia reaccionaron duramente ante la
expulsión de la Fuerza de Naciones Unidas de Observación de la
Separación (FNUOS) y la sustitución de sus cascos azules por los
yihadistas de al-Qaeda [6].
No sería, sin embargo, imposible que durante la guerra en Siria,
Washington o Moscú se hayan comprometido con Tel Aviv a mantener el statu quo en el Golán.
Ese proyecto de arreglo general es un reflejo del modus operandi
de Donald Trump y Jared Kushner como hombres de negocios: crear una
situación económica que impone un cambio político. Y encontrará
probablemente la oposición de la Hermandad Musulmana (el Hamas) y del
triángulo del islam político conformado por Irán, Qatar y Turquía.
2– El conflicto en territorios de Irak y Siria
Todos los actores regionales están de acuerdo en considerar que Irak
y Siria constituyen en este momento un solo campo de batalla. Pero
los occidentales, que se aferran a las mentiras de la administración de
George Bush hijo –incluso cuando admiten la inexistencia de las armas de
destrucción masiva que supuestamente tenía Saddam Hussein– y a la
versión romántica de las «primaveras árabes» -incluso cuando
reconocen que ese movimiento nunca trató de favorecer la libertad sino,
por el contrario, de imponer el islam político– se obstinan en
considerarlos dos escenarios diferentes.
En este punto, remito a nuestros lectores a mi libro Sous nos yeux en cuanto a cómo se inició esta guerra [7]. El hecho es que, desde el inicio de la crisis alrededor de Qatar, la guerra en Irak y en Siria se ha limitado a
(1) la lucha contra el Emirato Islámico (Daesh), en Mosul y Raqqa, y a
(2) la lucha contra Turquía, en Baachiqa y al-Bab [8].
Lo que resulta evidente para todos en la región es que, desde la
llegada al poder del presidente chino Xi Jinping con el proyecto de
creación de dos “rutas de la seda”, Washington ha estimulado la creación
de un «Sunnistán» en territorios pertenecientes a Irak y a la
República Árabe Siria. Con ese objetivo, Washington financió, armó y
dirigió las fuerzas del Emirato Islámico para que bloquearan el eje de
comunicación terrestre Beirut-Damasco-Bagdad-Teherán-Pekín.
Desde hace 4 meses, la administración Trump estudia y negocia de
qué manera pudiera modificar esa política y reemplazar por una
asociación con Pekín la actual situación de enfrentamiento [9].
Mientras que en el terreno asistimos a una verdadera sucesión de
acontecimientos contradictorios, los ejércitos de Irak y de la República
Árabe Siria han avanzado rápidamente desde el inicio de la crisis
alrededor de Qatar. En su rápido avance hacia la frontera común, ambos
ejércitos han liberado del control del Emirato Islámico sus zonas
fronterizas y hoy están a punto de entrar en contacto –con lo cual
restablecerían la ruta de la seda. Ya sólo los separan, en el punto de
confluencia, unos 200 metros de terreno ilegalmente controlado por
fuerzas de Estados Unidos [10].
En cuanto a los combates en el sur de Siria… han cesado
inesperadamente. Damasco proclamó unilateralmente un alto al fuego en
Deraa. En realidad, Moscú y Washington dieron a Tel Aviv garantías de
que Siria sólo permitirá frente a la frontera israelí el despliegue de
fuerzas rusas, excluyendo la presencia allí de fuerzas iraníes o del
Hezbollah libanés.
En pocas palabras, si el Pentágono sigue las órdenes de la Casa
Blanca, debería producirse un amplio cese del conflicto. Sólo quedaría
por resolver entonces la ocupación turca de territorios en Irak y Siria,
según el modelo de la ocupación turca en Chipre, situación a la que la
Unión Europea se ha acomodado en una evidente muestra de cobardía. En la
nueva situación, Estados Unidos y Arabia Saudita, hasta ahora enemigos
de Irak y Siria, se convertirían nuevamente en sus aliados.
3– El conflicto en Yemen
Es posible que los yemenitas salgan perjudicados del actual cambio de
situación. Aunque resulta totalmente evidente que Arabia Saudita entró
en guerra para instalar en Yemen un régimen favorable a la explotación
conjunta de los yacimientos de hidrocarburos del desierto de
Rub al-Khali y para dar al príncipe Mohamed ben Salman la posibilidad de
“acumular méritos”, la ayuda que Irán ha aportado a los Huthis y al
ex presidente Saleh desvía las miradas de los países árabes y de la
llamada «comunidad internacional» de los crímenes que allí se cometen.
En efecto, cada cual tiene que escoger su bando y casi todos han
optado por ponerse del lado de Arabia Saudita contra Qatar y los aliados
turcos e iraníes del pequeño emirato. Lo que pudiera ser positivo
para Palestina, Irak y Siria resulta negativo para Yemen.
Conclusión
Desde el 5 de junio de 2017 y la ruptura de relaciones diplomáticas
entre Arabia Saudita y Qatar, las cancillerías se preparan para una
posible guerra, aunque sólo Alemania ha mencionado públicamente esa
posibilidad. La situación es extremadamente sorprendente, sobre todo si
se tiene en cuenta que no es Arabia Saudita sino Qatar quien ostenta el
estatus de observador en el seno de la OTAN [11].
Mientras tanto, anuncios de dimisiones siguen llegando constantemente
de Doha y van desde la embajadora estadounidense Dana Shell Smith hasta
el entrenador uruguayo de la selección de futbol de Qatar, Jorge
Fossati. Y no sólo los países que se han puesto del lado de Arabia
Saudita han cortado sus relaciones comerciales con Qatar. También lo han
hecho, ante el riesgo de guerra, numerosas empresas sin vínculos
particulares con la región del Golfo, como la China Ocean Shipping
Company (COSCO), la mayor compañía naviera de China y una de las más
grandes del mundo.
En todo caso, aunque sus reclamos –basados en la historia– están
realmente justificados, parece a todas luces imposible que Arabia
Saudita anexe Qatar, teniendo en cuenta que antes se opuso a la anexión
de Kuwait por parte del Irak de Saddam Hussein, basada exactamente en
las mismas razones históricas. Una regla se impuso en el mundo desde los
tiempos de la colonización británica: nadie tiene derecho a modificar
las fronteras que Londres impuso con un solo objetivo, que es
precisamente perennizar problemas insolubles para los Estados nacidos de
los procesos de independencia.
De hecho, así logra Londres que esos Estados sigan dependiendo de
su antigua metrópoli. En el caso que ahora nos ocupa, la próxima llegada
de 43 000 soldados pakistaníes y turcos que asumirían la defensa
de Qatar debería fortalecer su posición.
[2] «La Fuerza “Árabe” de Defensa Común», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 20 de abril de 2015.
[3] «¡El Medio Oriente está nuclearizado!», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de marzo de 2016.
[4] “Saudi trade talks with Israel are historic first”, Michael Binyon y Gregg Carlstrom, The Times, 17 de junio de 2017.
[5] «Exclusivo: Arabia Saudita construye una embajada en Israel», Red Voltaire, 30 de mayo de 2016.
[6] «El Consejo de Seguridad de la ONU se dispone a exigir que Israel rompa con al-Qaeda», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 3 de julio de 2016.
[7] Sous nos Yeux. Du 11-Septembre à Donald Trump, éditions Demi-Lune, 2017. Este libro está actualmente en proceso de edición para su publicación en español.
[8] «Invasión militar turca en Irak», por Ibrahim Al-Jaafari, Red Voltaire, 19 de octubre de 2016.
[9] «Trump: los negocios contra la guerra», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 14 de febrero de 2017.
[10] «¿Impedirá Estados Unidos la reapertura de la ruta de la seda?», Red Voltaire, 17 de junio de 2017.
[11] «Israel y emires en la OTAN», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia) , Red Voltaire, 14 de mayo de 2016.
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