Para entender mejor la Rusia de Vladimir Putin, se debe conocer a un
personaje atípico y enigmático, Vladislav Surkov, de 52 años, el hombre
que, por su particular manera de ver la política y el mundo, logró
escalar en la cúpula del Kremlin hasta convertirse en el estratega
número uno del mandatario ruso.
Los expertos en Rusia y en asuntos internacionales le han puesto varios motes: el “autor oculto” del putinismo, el “titiretero” o “cardenal gris” del Kremlin, o bien el “cerebro” de la nueva estrategia bélica e intervencionista de Moscú, roles que el gobierno nunca ha negado públicamente.
Y aunque su peso político ha fluctuado desde que se incorporó al
gabinete en 1999, Surkov, descrito como un operador sutil, inteligente y
bien conectado que se mueve en las sombras, ha tenido una gran
influencia en el rumbo que ha tomado Rusia en las últimas dos décadas.
Hay coincidencia en que ha ayudado a maquinar el creciente “autoritarismo disfrazado de pluralismo democrático”
de Putin, del que lo acusan los críticos, y las poco convencionales
participaciones rusas en conflictos recientes como los de Ucrania y
Siria.
Según expone Famil Ismailov, editor del Servicio Ruso de la BBC: “Surkov
es sin duda una persona talentosa, polifacética y leal. No sorprende
que su ascenso al círculo íntimo de Putin haya sido meteórico”.
Según el gobierno ruso, Surkov, un hijo de maestros, nació el 21 de
septiembre de 1964 en Solntsevo, al sur de Moscú, aunque algunas
versiones sitúan su lugar de nacimiento en la república de Chechenia.
Sin embargo Surkov, quien no da entrevistas y rara vez habla con la
prensa, le aclaró a la revista alemana Der Spiegel que quien en realidad
tenía origen checheno era su padre y que él sólo vivió los primeros
cinco años de su vida en ese territorio, porque su familia se había
trasladado allí por trabajo.
Sea como fuere, la carrera del estratega ruso empezó lejos de la
política, parte en el mundo de la ficción y parte en el ámbito
empresarial.
Ismailov dice que Surkov siempre estuvo interesado en la literatura y
llegó a ser un empresario teatral; se le atribuyen tres novelas de
intriga que firmó con el seudónimo de Nathan Dubovitsky, nombre
inspirado en el de su esposa, Natalya Dubovitskaya.
Su obra más reciente, “Cerca de cero” (2009), cuenta
la historia de un editor ruso que opera en un sistema político turbio,
con medios de comunicación pagados y funcionarios corruptos.
Pero Surkov dio el gran salto trabajando en el sector privado como
jefe de relaciones públicas de las compañías del magnate Mijaíl
Jodorkovsky, hoy un fuerte crítico de Putin exiliado en Suiza.
Según el profesor Samuel Greene, director del Instituto de Rusia del
King’s College de Londres, que ha estudiado muy de cerca la política
interna de ese país, “Fue allí que el estratega, el amañador, el
hombre que lo hacía todo, llamó la atención del Kremlin, que lo veía
como una figura muy promisoria. Él es una de las pocas personas a las
que el presidente nunca ha dejado de consultar. Putin confía en él
porque no ha estado involucrado en ninguna puja interna”.
Desde entonces Surkov ha ocupado distintos cargos en el gobierno.
En 1999 fue nombrado subjefe de la Administración Presidencial y en
2011 ascendió a vice primer ministro. Renunció a este puesto en 2013
para convertirse en asesor personal de Putin en el manejo de las
relaciones con las repúblicas independentistas de Abjasia y Osetia del
Sur, y con Ucrania.
Como consejero, Surkov ha estado detrás de las dos mayores
intervenciones militares de Rusia en los últimos años: Ucrania (2014) y
Siria (a partir de 2015).
Oficialmente, Moscú justificó la primera afirmando que era para “proteger los intereses rusos”
en territorio ucraniano, mientras que de la segunda dijo que era en
respuesta a un pedido de ayuda del presidente Bashar al Asad -aliado
ruso- para combatir a grupos rebeldes y yihadistas.
Pero los expertos consultados por BBC Mundo creen que estas
operaciones esconden algo mucho más complejo y que, para comprenderlo,
hay que “apuntar” a Surkov.
En ambas intervenciones el “titiretero” llevó a otro nivel el principio de “Divide y reinarás”, enunciado por Nicolás Maquiavelo en “Del arte de la guerra”, para elevarlo a un “Confunde y reinarás”.
Las operaciones de Rusia en Ucrania y Siria, que han sido descritas por los analistas internacionales como ejemplos acabados de “guerra no lineal”, han desorientado a la comunidad internacional y han permitido a Moscú “salirse con la suya”
en acciones consideradas como agresiones, según le comenta a BBC Mundo
Roy Allison, profesor de Estudios Rusos y de Europa Oriental de la
Universidad de Oxford, en Reino Unido.
Surkov siempre tuvo claro que Rusia ya no contaba con el poderío militar necesario para desafiar a Estados Unidos y la OTAN.
Sin embargo, el estratega del Kremlin entendió que Moscú podía
mantener a la comunidad internacional tratando de adivinar qué es lo que
estaba haciendo e iba a hacer.
Según Roy Allison, “Con esta estrategia, a los políticos y
militares de Occidente se les vuelve imposible entender cómo actúa Rusia
y cuáles son sus intenciones. Entonces, deben estar preparados para
cualquier eventualidad y asumir que el Kremlin puede hacer cualquier
cosa que desee, lo cual es muy desestabilizador y perturbador”.
Y nadie mejor que Surkov, un maestro de la confusión y el desconcierto, para guiar las recientes expediciones de Rusia en la “guerra no lineal”.
El asesor influyó especialmente en la intervención de Moscú en
Ucrania, en momentos en que se estaba fortaleciendo la oposición pro
europea al presidente Viktor Yanukovich, un aliado de Putin.
Allison, uno de los expertos en política exterior de Rusia más reconocidos a nivel internacional, sostiene que, “Surkov
se encontraba allí como el representante de Putin para mantener todo
tipo de conexiones con rusos y ucranianos pro rusos en el terreno.
Además, él fue importante en la decisión de anexar Crimea”.
Desde el comienzo de la operación se vieron hombres uniformados sin
insignias, fuertemente armados, apoyados por tanques y artillería no
identificados, en puntos estratégicos de la península que Moscú siempre
consideró estratégica y hasta “propia”.
“El objetivo en Crimea era enturbiar deliberadamente lo que
estaba ocurriendo en el terreno. Era difícil ver la estrategia general.
La idea era confundir para prevenir una respuesta rápida y coordinada de
la comunidad internacional. Así Rusia pudo anexarse Crimea de forma
sorpresiva y eficiente, y aún hoy Occidente no sabe qué hacer al
respecto”.
Actualmente Surkov figura en la lista de funcionarios rusos
sancionados por la Casa Blanca tras la ocupación de Crimea. Se le
congelaron sus activos en Estados Unidos y se le prohibió la entrada al
país.
Los expertos consultados por BBC Mundo están de acuerdo en que la
intervención de Rusia en Siria para apoyar al régimen de Al Asad ha sido
parecida a la de Ucrania en lo que a la “guerra no lineal” se refiere.
Bombarderos y suministros militares enviados por Moscú le han
permitido al líder sirio recuperar la ciudad de Alepo, antes un bastión
de combatientes opositores, y consolidar su control sobre la capital,
Damasco, y la franja occidental del país.
Rusia, aliado del régimen de Bashar al Asad en Siria, dice que sólo ha bombardeado objetivos rebeldes.
“En Siria ha pasado algo similar que en Crimea.
Intencionalmente tratan de que no se entienda lo que está sucediendo en
territorio sirio, oscureciendo los eventos. Rusia ha sido muy buena en
ello: llevó suministros en barco y transportó los aviones que se han
usado en los bombardeos sin que estuviera claro cuándo, qué y cuántos”.
Al académico británico le parece “extraordinario” que esta maniobra haya funcionado en el caso particular de Siria.
“Antes existía la noción de que Rusia no podía proyectar su
poderío más allá de su área de influencia, porque su capacidad logística
era inadecuada. Con Siria se demostró que sí es capaz. Ahora uno debe
prepararse para que Rusia eventualmente intervenga en otras partes del
mundo, como Corea del Norte”.
“Usan de forma concentrada pocos recursos, el mejor armamento
y los mejores hombres, pero al mismo tiempo hacen que uno sea incapaz
de descifrar sus planes”.
Las artimañas usadas por Vladislav Surkov en las incursiones
militares de Rusia en el exterior son, al parecer, una extensión de las
que ha aplicado, mayormente con éxito, en la política interna.
En el documental de la BBC Hypernormalisation, el director británico
Adam Curtis afirma que, con su mezcla única de teatro y política, este
operador le ha permitido al presidente Putin y a sus sucesores escogidos
como Dmitri Medvedev, mantenerse en el poder durante casi 20 años.
Surkov sustituyó al influyente asesor del Kremlin Gleb Pavlosky,
quien había creado el Partido Rusia Unida (oficialista) y había sido
instrumental en el primer triunfo electoral de Putin en los comicios
presidenciales de 2000.
Pero él empezó a hacer algo que Pavlosky no había hecho: cambiar la forma en que funcionaba la política rusa.
Para Surkov, había que transformar radicalmente la manera de
interactuar con el electorado y el público en general para garantizar
que el “putinismo” siguiera en el poder en las
elecciones de 2008 (en las que triunfaría Medvedev) y las de 2012 (en
las que volvería a ganar Putin).
Según recuerda Samuel Greene, director del Instituto de Rusia del King’s College de Londres, “Estaba
ocurriendo la Revolución Naranja en Ucrania, antes había sucedido la
Revolución Rosa en Georgia y Slobodan Milosevic había caído en
Yugoslavia”.
“Al Kremlin le preocupaba que Rusia fuera vulnerable a este
tipo de levantamientos internos; creía que Occidente estaba detrás de
ellos y que era un problema que había que tratar con seriedad”.
Y Surkov diseñó una solución efectiva para ese “problema”. La denominó “democracia soberana” o, más bien, “controlada”.
La idea puede resumirse así: como en una obra teatral de equívocos,
la meta es crear una escena confusa para el público, en la que las cosas
no son lo que parecen y es difícil determinar qué ocurre realmente.
De este modo, al mantener a todos en desequilibrio y haciendo
suposiciones sobre lo que pasa y lo que pasará, se encubre una trama
subyacente, según los críticos: el intento de mantener a raya a la
oposición y la introducción de medidas polémicas o autoritarias.
Los expertos en política rusa sostienen que el concepto de “democracia controlada” tiene tres elementos clave.
Uno de ellos, precisan, es el esfuerzo del Kremlin por asegurarse un control efectivo de la información y de los medios.
Para conseguirlo se habría difuminado deliberadamente la línea entre
privado, público y gubernamental en la propiedad de las empresas de
comunicación.
Como apunta Famil Islamilov, editor del Servicio Ruso de la BBC, que
transmite desde Londres y en ocasiones ha tenido roces con el Kremlin
por sus coberturas: “Por ejemplo, hay una serie de medios
pertenecientes al gigante petrolero Gazprom que se presentan como
privados. Pero la mayoría del paquete accionario de Gazprom es propiedad
del gobierno”.
“O está el caso del Canal 1 de televisión, de alcance nacional, que
tiene fachada de público pero en realidad es controlado por el
Ejecutivo”.
Según Ismailov, esto permite filtrar la información de manera tal que “sólo
se dice públicamente lo que conviene, en la medida y el tiempo más
provechosos, según los intereses propagandísticos del gobierno”.
La táctica de Surkov también contemplaría enviarle a la gente muchos
mensajes diferentes al mismo tiempo para hacerle creer que el gobierno
puede adoptar casi cualquier política imaginable, lo que a la vez, en
medio del aturdimiento, hace posible negar cualquier decisión real que
se haya tomado.
El segundo componente de la “democracia controlada”
es la creación de un Ersatz (sustituto) de la sociedad civil,
estableciendo y financiando grupos que ocupen el espacio público y
político para prevenir el surgimiento de organizaciones de oposición.
Según el profesor Greene: “Al ver que la Revolución Naranja
en Ucrania había sido liderada por jóvenes, el Kremlin tomó la decisión
de fundar el grupo juvenil Nashi y otros del mismo tipo, además de
aumentar el presupuesto para apoyar a organizaciones civiles del
gobierno”.
Con una red de grupos leales, el “putinismo” podía
asegurarse de que, si se producía algún tipo de levantamiento disidente,
era capaz de movilizar rápidamente a sus simpatizantes para ocupar la
Plaza Roja antes de que lo hiciera la oposición.
Y el tercer pilar de la “democracia controlada” que Surkov habría concebido para fortalecer políticamente a Putin es la llamada “competencia dirigida”.
Según Greene, la idea es que los rusos tengan la sensación de que
viven en un país democrático, pueden participar y tienen opciones como
en otros procesos políticos “normales” en el mundo.
Para conseguirlo, Surkov trabajó mucho en el manejo de las relaciones con los principales partidos en el Parlamento.
“Organizó reuniones políticas frecuentes con los líderes
partidarios para dejarles en claro cómo podían competir y cómo no, sobre
qué asuntos podían hacer campaña y sobre cuáles no, y la forma como
podían o no recaudar dinero”.
Pero Green aclara que la meta no era que todas las agrupaciones estuvieran en sintonía con el gobierno de Putin.
Según él, el propósito era que los partidos ocuparan la mayor parte
del espectro político, de modo que los votantes sintieran que tenían
opciones, así fueran nostálgicos de la era soviética, progresistas o pro
europeos.
“De este modo el gobierno se garantizaba que, cualquiera fuera la
agrupación que apoyara el electorado, de alguna manera sería leal al
Kremlin”.
Claro que no todo le ha salido bien a Surkov, y por eso su carrera ha tenido altibajos.
El “titiretero” fue apartado de los asuntos
domésticos de Rusia cuando fue incapaz de contener las fuertes protestas
antigubernamentales contra la corrupción y las fallas del proceso
electoral entre 2011 y 2013, año en que renunció como vice primer
ministro.
Todos los grupos afines que había creado Surkov se evaporaron, de modo que se derrumbó uno de los pilares de su “democracia controlada”.
Desde entonces ha estado más concentrado en la política exterior que en la interior.
Pero en la segunda mitad de 2016, apuntan los observadores de la
política rusa, se le dio una segunda oportunidad. Fue convocado otra vez
para obrar sus conjuros en el plano doméstico, ante un acontecimiento
cercano: los comicios presidenciales de 2018 en los que Putin buscará su
reelección.
Según Samuel Greene: “Esto demuestra que, a pesar de algún
que otro revés, Surkov sigue perteneciendo al círculo íntimo de Putin.
De hecho, él es una de las pocas personas a las que el presidente nunca
ha dejado de consultar”.
“Más allá de sus talentos, Putin confía en él porque no ha estado involucrado en ninguna puja interna”.
A lo que Famil Ismailov, editor del Servicio Ruso de la BBC, agrega: “Si lo llaman un año antes de las elecciones es porque realmente lo necesitan”.
Surkov, el avezado estratega político, diplomático y bélico de Rusia,
parece ser nuevamente el “dramaturgo” escogido para prolongar la obra
de Putin un acto más.
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